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Los Colores de la Honestidad

Era una noche fría de otoño, después de un día alegre, divertido y de grata compañía. La vida me sonreía y yo me sentía fuerte, confiada y felíz.

Recuerdo cuando escuché las palabras. Fué como si las estuvieran diciendo bien lejos de mi y sin embargo, estaba ahí, junto a mi, diciéndolas en mi oído. ¿Por qué las escuchaba tan lejos? Sé por qué. Yo no quería aceptar lo que estaba escuchando.

Muchas veces nos encontramos en situaciones donde en nuestro interior sabemos qué está pasando y sin embargo no queremos oírlo decir, como si el no decirlo hará que no sea lo que es: la verdad. ¿Por qué sentimos tanto miedo de la verdad?

Enfrentémoslo. Algunas veces la verdad puede ser dolorosa. Algunas verdades te hacen sentir como si te hubieran dado un puñetazo en el estomago, dejándote tirado en el piso sin aliento y cuando te levantas sientes el cuerpo anestesiado, y a la misma vez con cada paso que das, puedes sentir que te duele respirar. Por eso es que escogemos no hacer frente a la verdad.

Podemos ser honestos o deshonestos. Punto. No hay forma de ser un poquito honesto, o quizás mitad honesto, o quién sabe, más honesto que deshonesto. O somos o no somos. Honestidad implica siempre la verdad independientemente de que tan dolorosa pueda ser. Deshonestidad implica toda clase de trucos: disfrazar la verdad, ignorarla, esconderla, omitirla, posponerla. Todas éstas no son más que maneras para evadir el tener que decir o escuchar la verdad. Y no me malinterpreten. Yo entiendo perfectamente por qué elegimos esto en lugar de enfrentar la verdad y seguir adelante.

Yo he tenido mis momentos con la verdad que duele; esa que desearías poder mirar a otro lado y hacer de cuenta que no existe. La verdad que sientes te está matando y quieres ignorar, pero no puedes. Entonces, hice otro descubrimiento enorme: ¡nada duele más que la mentira! He sido deshonesta y han sido deshonestos conmigo. Me he visto a mi misma haciendo esos trucos para no decir o escuchar la verdad, y he tenido personas a quienes he amado que me han hecho lo mismo.

Sé que hay mucha gente que prefiere no saber la verdad si ésta va a afectar sus vidas, sus estructuras, sus pequeños mundos. Algunos mirarán hacia otro lado, pretendiendo no ver aquello que está justo frente a sus ojos para no tener que sufrir. O eso piensan. Otros consideran que no enfrentar una situación, asunto, sentimiento o error no es realmente ser deshonesto. Siempre y cuando las personas involucradas no se enteren, no es una mentira. También, si mitad de la verdad es dicha pero la otra parte es omitida, o el contexto es manipulado, entonces se considera una "mentirita blanca".

Me tomó mucho tiempo hacer las paces con el dolor que algunas verdades implican. Hice mi decisión: NO QUIERO NADA MAS QUE LA VERDAD. Me di cuenta que prefiero bregar con el dolor que me causa escuchar una verdad que no me gusta en lugar de sentir todas las emociones que me produce la mentira en mi interior: me llena de dudas; me roba la habilidad de confiar en la gente y me deja con una sensación de pérdida que me hace escéptica, cínica y dura. No me gusta sentirme asi.

Prefiero sentirme vulnerable, dolida y triste, porque al aceptar cómo me siento, puedo recoger mis pedazos, componerme y seguir adelante, entendiendo que no somos perfectos y que todos cometemos errores.

La honestidad no tiene diferentes colores o variaciones. Es o no es.

En lo que a mi respecta, desde hace tiempo escogí ser honesta para poder exigir honestidad. Es lo menos que puedo hacer al darme cuenta de cuánto duele la deshonestidad y aprender que la honestidad es una calle de dos vías.

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