A medida que avanzamos por la vida siempre tendremos diversas opciones. Y cada elección trae consigo una consecuencia. Al igual que algunas de las opciones simples, algunas consecuencias son insignificantes. Esas son las que por lo general superamos más rápida y fácilmente. Pero a veces hay importantes consecuencias aún para los más pequeñas de estas opciones. La primera regla de escoger es reconocer las consecuencias.
Nada nos ayuda mejor a saber cómo saldrán las cosas que las experiencias vividas. Tratamos de enseñar a nuestros hijos sobre el peso de sus elecciones porque tenemos experiencia con las consecuencias. Nos puede ser útil recordar este consejo para nuestro propio bien.
Hay dos formas básicas de aprendizaje. La primera es leyendo y estudiando cosas tales como hacer un pastel o arreglar una llave goteando. La otra manera de aprender es a través de la experiencia. La mayoría de gente no tienen que tocar el fuego para saber que quema. Lo saben intuitivamente. No obstante, algunos tienen que jugar con fuego antes de que se den cuenta de la cantidad de dolor que puede infligir.
Cuando se trata de problemas, relaciones, o las opciones personales de vida, el riesgo es mucho mayor. Sabemos que elegir un camino sobre otro podría dar lugar a problemas financieros, cargas emocionales o dificultades de todo tipo. Estas son las opciones que tenemos que sopesar cuidadosamente. Tenemos que contemplar las posibles consecuencias de estas decisiones antes de que nos comprometamos. ¿El mejor consejo? Buscar la asesoría de otros. Hable con un amigo, un pariente, un tutor, su jefe, o su soporte emocional. Lo mejor es educarse en el tema y pedir a los demás su opinión antes de asumir cualquier compromiso.
Frank Sonnenberg, autor galardonado con premios y uno de los “100 Más Grandes Líderes de América” agrupó siete sugerencias efectivas para hacer buenas elecciones. www.franksonnenbergonline.com/blog/7-ways-to-make-good-choices
Franks dice, “No sudes las cosas pequeñas” y “Los valores importan”. Esto es importante recordar. Muchas veces elegimos en contra de nuestros valores inculcados, comprometemos nuestras propias creencias y actuamos sin integridad. Si su instinto le dice que algo no está bien, es buen consejo escuchar la sabiduría de sus sentimientos.
Es importante recordar que el objetivo es tomar las mejores decisiones que conduzcan a las consecuencias menos impactantes. A veces no podemos evitar consecuencias negativas, pero poniendo en practica consideración y conocimiento podemos reducir al mínimo el dolor. Sólo con pensar las cosas y no acelerar la toma de decisiones importantes. Considerar quien podría salir herido y cómo se puede sentir. Hacer una lista de todos los posibles resultados positivos junto a una lista de los resultados negativos. Comparar los beneficios con los riesgos. Y una vez hecho el compromiso, no mirar hacia atrás.
Tenemos que tomar buenas decisiones acerca de lo que comemos, hacer ejercicio, las personas que elegimos para ser nuestros amigos o para casarnos. Tenemos que elegir sabiamente nuestra carrera y educación profesional, y tenemos que gastar nuestro dinero con sentido común. Todas estas cosas son decisiones importantes que tendrán un efecto duradero en todo lo relacionado a nuestro carácter y la calidad de vida.
Lo más importante de todo es recordar que, incluso cuando hacemos malas elecciones no es el fin del mundo. No necesitamos entrar en pánico o escabullirnos para controlar los daños. Tenemos que respirar profundo, considerar cuidadosamente las consecuencias y hacer los ajustes para que la próxima elección sea mejor. Aprender de las decisiones que tomamos y aplicar esa experiencia para el próximo evento importante que nos toque enfrentar.
Cada día es un nuevo día y de igual manera cada elección es una nueva elección. Haz lo mejor que puedas y sigue tu sabiduría para hacer buenas elecciones. Y cuando no lo sean, cuando no salgan según lo planeado, moverte más allá de ellas y esperar con ansias la oportunidad de tener éxito en la próxima. Lo bueno de las elecciones es que nunca se acaban.
