La verdadera libertad es un arma de doble filo. Para la mayoría de la gente, no es nada más que una ilusión. De hecho, en muchas maneras algunas personas nunca tendrán completa libertad. Siempre habrá algo a lo que están atados, ya sea por elección o imposición.

Si usted está casado, tiene hijos, profesa una inclinación religiosa o tiene un empleo para cubrir sus necesidades, usted es cualquier cosa menos libre. No hay duda qué usted tiene cierto nivel de libertad. Sin embargo, usted está obligado a su responsabilidad como esposo o esposa, padre o madre. Se encuentra confinado y restringido por su brújula moral. Usted está obligado a su trabajo, esclavizado por el bien de su propia existencia.

Puede que se le ocurra que estas cosas no son necesariamente ciertas. Es posible argumentar que se puede obtener un divorcio. Los que se han divorciado saben que nunca se llega a estar completamente libre de la otra persona. Si usted ha perdido un hijo, entonces usted es plenamente consciente de que siempre estará contigo, y como padres, nuestros hijos son ese eslabón que nos mantiene unidos y ecuánimes ya sea por una razón u otra.

Teniendo una base firme en principios religiosos podemos creer que no seríamos capaces de actuar en contra de nuestra fe. En algunos casos esto puede ser cierto. No obstante, a veces optamos por abandonar nuestros lineamientos morales, y cuando esto sucede siempre llevaremos sobre nosotros la carga de nuestros opciones contrarias. Nuestras elecciones anteriores tienen una manera desagradable de volver a perseguirnos.

No podemos argumentar que desde el momento que necesitamos un ingreso para mantener nuestro estilo de vida ya estamos esclavizados por nuestra ocupación. E incluso si nos encontramos financieramente acomodados, sangrando dinero, no podemos librarnos de la carga del pago de impuestos. ¿No se supone que la riqueza implique la inversión en cosas buenas y viajes de lujo? ¿No existen algunos en torno a nosotros conspirando para tomar lo que tenemos o envidiando nuestras bendiciones? La abundancia es en sí misma una carga pesada a la libertad de nuestra alma.

En la mayoría de los casos, estas libertades representan una ilusión. Son confinamientos que no tenemos ni mucha ni poca capacidad de abandonar. Hay otras libertades sumamente importantes que todos podemos poseer. La libertad de las expectativas, de los resentimientos, del caos y de nuestros apegos son sólo algunas de ellas.

Nos llenamos de expectativas. Creemos que podemos controlar a otras personas o asumimos que tenemos derecho a algo aunque necesariamente no sea así. Podemos estar libre de resentimientos al optar por no alimentar nuestras expectativas. Los resentimientos son siempre auto-impuestos por nosotros mismos.

El caos es una cuestión de percepción o de intervención. Cuando tratamos de controlar una situación o alguien que nos rodea nos convertimos en la fuente de caos. Al elegir dar un paso atrás y reaccionar con amor y comprensión podemos en la mayoría de los casos evitar el caos en nuestras vidas.

Los apegos colocan una carga de dependencias en nosotros mismos desando tener lo que otros tienen en lugar de encontrar satisfacción en las cosas que tenemos. Muchas veces elegimos amar a personas indisponibles que se niegan a reciprocar esos sentimientos. Y nos aferramos a cosas en nuestras vidas que no tienen valor real, cosas que son destructivas y sólo tienen el valor percibido que hemos colocado sobre ellas. Apegarnos a cosas, obsesiones o adicciones nos esclaviza.

Sí, la verdadera libertad no llega fácilmente. Implica nuestra voluntad de hacer lo que sea necesario para liberarnos de nuestros propios miedos, nuestra zona de confort y los patrones que han estado gobernando nuestras vidas con el único propósito de simplemente sobrevivir. La verdadera libertad puede ser difícil de experimentar, pero una vez que lo hacemos, nos damos cuenta de que no hay otra manera de vivir.